ENAMORAMIENTO Y AMOR (Enamoramiento y amor. Francesco Alberoni. Ed. GEDISA). (Laburpena)
Cap. I
Definición: Es el estado naciente de un movimiento colectivo de dos.
Es un fenómeno que puede ser incluido en la clase de los fenómenos colectivos aunque no se debe confun- dir con los demás (p.e. la Reforma protestante o el movimiento feminista).
Diferencia: el enamoramiento lo constituyen dos personas.
No hay que caer en el error de pensar que la experiencia extraordinaria se debe a las virtudes de la persona amada, sino al tipo de relación establecido entre nosotros y los que amamos. Es el tipo de experiencia ex- traordinaria lo que hace diferente y extraordinaria a la persona amada. Puede ocurrir que alguien no conoz- ca nada parecido en toda su vida, o quizás, tan sólo una vez.
Cap. II
Acerca de la sexualidad, se dice que el deseo es algo continuo y se la coloca al lado de otras necesidades. Sin embargo las investigaciones señalan que se tienen un número limitado de relaciones, más bien breves y con el mismo compañero. Es decir, que la sexualidad es discontinua, escasa y poco intensa.
Por otra parte, las personas tienen períodos de su vida en los que la experiencia sexual es frecuente, intensa, extraordinaria y exultante y desearían que siempre fuera así. Se podría decir, por tanto, que la sexualidad es algo que existe siempre, como las otras necesidades, en su forma ‘ordinaria’, y que asume una forma y una intensidad extraordinarias en ciertos períodos, los del amor. En estos momentos toda nuestra vida física y sensorial se dilata, se hace más intensa, y también se amplía nuestra vida intelectual descubriendo relacio- nes que antes nos eran desconocidas. Un gesto de la persona amada nos habla de ella, de su pasado; com- prendemos sus sentimientos y los nuestros. Nos volvemos sinceros y la sexualidad, el deseo de placer y de dar placer invade todo lo que proviene de la persona amada, de quien amamos todo, hasta el interior de su cuerpo, deseando estar en él.
Pero todo esto se dirige a una sola persona y sólo a ella y ocurre aun en contra de nuestra voluntad. Así pues la sexualidad extraordinaria es monógama, vinculada a la inteligencia, la fantasía, la pasión... Este eros es una fuerza revolucionaria aunque limitada a dos personas.
Cap. III
El lenguaje del enamoramiento es el de la poesía, la sacralización o el mito.
En todos los procesos colectivos se separa algo que estaba unido o se une algo que estaba dividido.
No existe movimiento sin una diferencia, ni existe enamoramiento sin la transgresión de una diferencia. Si no hay obstáculo no puede haber movimiento y, por tanto, no puede haber enamoramiento, pues no existe necesidad de instaurar otro sistema de diferencias e intercambios, es decir, de fundar otra institución.
Otro elemento esencial del enamoramiento es el dilema y un problema a tratar es el de la perpetuación del estado naciente.
El enamoramiento siempre consiste en construir algo nuevo a partir de dos estructuras separadas (la antigua y la que se quiere imponer): la de parentesco, la matrimonial, la sexual, la política, la cultural, etc. Así pues siempre existe la ambivalencia. La familia, por ejemplo, puede ser un lugar colectivo de amor pero puede ser también un mundo de tensiones, agresividad y frustraciones. A pesar de esa ambivalencia nuestro deseo es mantener puro el objeto de nuestro amor (el padre, la familia en general...) y para ello se aprende a cul- parnos a nosotros mismos -depresión- o atribuimos la imperfección al enemigo -elaboraciones persecuto- rias-.
En los períodos históricos y en todas las historias personales que preceden al enamoramiento hay siempre una larga preparación debida a un lento cambio, a un deteriorarse de las relaciones con las cosas amadas. En estos períodos los dos mecanismos -el depresivo y el persecutorio- siguen funcionando y por eso el enamoramiento -y los demás movimientos- aparece de improviso. Se intenta mantener el ideal a través de
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sacrificios y por eso existe una sobrecarga depresiva previa a todos los movimientos y al enamoramiento. Este proceso se mantiene hasta un punto a partir del cual el amor desborda las estructuras e invade los terri- torios prohibidos, la violencia tomada contra uno mismo se desborda también y destruye las reglas que la mantenían prisionera: es el estado naciente. Entonces las dos fuerzas -el amor y la violencia- se liberan. Es una experiencia de liberación y plenitud vital, de felicidad. Se abre lo posible y aparece el objeto puro de amor, sin ambivalencias, en el que deber y placer coinciden extinguiéndose toda alienación.
Cap. IV
Esta reorganización no se produce en un instante, es un proceso. Lo que si se produce en un instante es la aparición del objeto puro del amor, que se nos aparece como revelación, no el enamoramiento en sí.
Cuando nos enamoramos, durante mucho tiempo nos lo negamos a nosotros mismos. Pero si el deseo origi- nal reaparece y se nos impone, entonces estamos enamorados.
El enamoramiento es un proceso en el cual la otra persona, la que hemos encontrado y nos ha correspondi- do, se nos presenta como objeto pleno de deseo.
Las personas enamoradas vuelven a recorrer el pasado y se dan cuenta que ha sido así porque en su mo- mento hicieron elecciones, lo quisieron ellas y ahora ya no lo quieren más. El pasado aparece como prehis- toria y la verdadera historia empieza ahora. Así termina el resentimiento, el rencor, el deseo de venganza, porque no se puede odiar lo que no tiene valor. Por eso la persona enamorada puede, a menudo, continuar viviendo con su marido o mujer, si éste/a no pone obstáculos, sin rencor y con afecto.
La alegría de un nuevo amor genera también otra ilusión. Esta lleva al enamorado a creer que aquéllos a quienes deja atrás pueden aceptar serena y pacíficamente su nuevo amor. Pero lo que ocurre suele ser lo contrario: el enamoramiento provoca en la persona abandonada un deseo terrible, pues siente como si estu- viera enamorada de quien ya no la necesita y no sufre más por su causa. Por eso la persona abandonada propone a quien se ha enamorado elecciones terribles (‘si te vas me mato’, ‘o la otra persona o los hijos’, etc.). La historia del enamoramiento será, así, la del rechazo a elegir y la del aprender a elegir.
El amor tiende a separar la ley de las personas; quiere instaurar otras leyes, no quiere suprimir las personas, quiere amarlas. Pero las leyes hablan a través de las personas, éstas encarnan las antiguas leyes y se oponen al nuevo derecho y no se puede infringir la ley sin pasar por encima de las personas que la encarnan: éste es el dilema. La manera en que se enfrenta y se resuelve el dilema es la verdadera historia del enamoramiento
y de su crearse proyectos e instituciones.
Cap. V
El estado naciente es la revelación del ser que dice sí. El enamoramiento es abrirse a una existencia diferen- te sin ninguna garantía realizable; ofrece instantes de felicidad y eternidad pero no puede ofrecer certezas. La dimensión del amor que encuentra su objeto es el presente.
El enamoramiento es encontrar, perder y volver a encontrar; es confianza, confiarse, abandonarse por con- fianza al otro. Los enamorados no son celosos. El enamoramiento es una experiencia de autenticidad, de transparencia y de verdad. Los enamorados se cuentan su pasado para hacerse partícipes de la totalidad de su ser. El enamoramiento tiende a la fusión, pero de dos personas diferentes; es decir, existe diversidad y la voluntad, la fuerza para superarla. La persona amada interesa porque es única, distinta y deseamos ser ama- dos de la misma manera, cosa que no puede suceder en aquellas organizaciones donde todos pueden ser sustituidos. El enamoramiento, por tanto, es monogámico y sólo pude ser monogámico, puesto que es pre- tensión de exclusividad del que es extraordinario y es reconocimiento de extraordinariedad del que es ex- traordinario.
El aprecio que sentimos venir de la persona amada nos permite apreciarnos a nosotros mismos. Este es el movimiento de individuación al que acompaña otro de fusión. La reciprocidad del amor significa que am- bos quieren a la vez, lo que es importante para cada uno. El deseo de gustar al amado le lleva a cambiar él mismo.
El amor produce una geografía sacra del mundo, a la vez que una sacralización del tiempo, que sólo des- aparece con un nuevo estado naciente.
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Cap. VI
La vida cotidiana se caracteriza por del desencanto, es decir, por la impresión de que hay algo deseable, pero que se nos escapa. El enamoramiento libera este deseo, lo coloca en el centro de cada cosa. Todo lo que hacemos por la persona amada, es hacerlo por nosotros, para ser felices. La vida cotidiana se caracteri- za por tener que elegir entre cosas que interesan a otras personas, elegir entre un desencanto más grande o más suave. En el enamoramiento se elige entre todo o nada.
Todos los sicólogos, sociólogos, etc., prometen en sus terapias la felicidad continua. Pero eso es un sinsen- tido. La felicidad que se logra en el enamoramiento está siempre presente como nostalgia.
Hay personas que no soportan la tensión del enamoramiento y surge en ellas el deseo de paz, de tranquili- dad, de serenidad. Quien vive la vida cotidiana no puede alcanzar la intensidad espasmódica del deseo y la voluntad que produce la felicidad. Para ello hace falta transgredir y esto no es algo que pueda decidirse voluntariamente. El enamoramiento aparece cuando han madurado las condiciones estructurales; es, pues, un acontecimiento que se impone. Igualmente, cuando estamos enamorados, no podemos alcanzar la tran- quilidad serena. Para ello sería necesario destruirlo. El precio, claro está, es el final
del enamoramiento y del éxtasis.
Cap. VII
Es posible amar a dos personas al mismo tiempo, amar a una y enamorarse de otra, pero no es posible ena- morarse de dos personas a la vez. Para comprender esto hay que distinguir la preparación al enamoramiento del enamoramiento mismo. En la fase de preparación puede ocurrir que alguien no sepa con seguridad de quién está enamorado y por eso puede, también, empezar muchas veces a enamorarse. Excepto en la pareja, en todos los demás movimientos colectivos los miembros son sustituibles.
Existe, por otra parte el enamoramiento unilateral, el que siente una persona por otra que no le corresponde.
El enamoramiento, en cuanto superación de una barrera, siempre supone una reestructuración de nuestro sistema de afectos. Se abandona algo que se considera sin valor, pero se mantiene y se integra en la nueva relación lo que, de la antigua relación se considera valioso. En el enamoramiento, pues, se integran en la relación las partes que en un primer momento quedaron excluidas. En todos los casos, el enamoramiento es el encuentro de dos individuos aislados cada uno de los cuales lleva en sí un sistema de relaciones del cual quiere conservar una parte y reestructurar otra.
A veces los proyectos de los enamorados son incompatibles, como cuando uno de ellos quiere huir del mundo, aislarse en el enamoramiento, y el otro, sin embargo, quiere realizar el propio amor en el mundo. Entonces el enamoramiento se extingue.
Dos enamoramientos son imposibles porque significan moverse con toda la fuerza de nuestro ánimo hacia dos objetivos absolutos.
Cuando se tiene un hijo porque uno o los dos han querido, el enamoramiento termina, en el primer caso, porque quien no lo deseaba se siente traicionado, y en el otro, porque los dos se enamoran al mismo tiempo del nuevo ser y ya ninguno es esencial para el otro. El nacimiento del hijo, por tanto, el amor hacia él forta- lece la unión, estabiliza el amor, pero acaba con el enamoramiento. De todas formas, aunque termine el enamoramiento, aun si desaparece el amor y los dos se separan, lo colectivo sobrevive en las dos parejas madre-hijo y padre-hijo.
Cap. VIII
El estado naciente es, por definición, transitorio. Cuando todo funciona bien, el enamorarse termina en el amor; el movimiento, cuando triunfa, produce una institución. El enamoramiento y el amor o la institución son, pues diferentes: en el modo de sentir; en que en la vida cotidiana del amor los fines que nos propone- mos tienen en cuenta los medios de que disponemos y en el enamoramiento primero nos enamoramos y más tarde buscamos los medios para conseguirlo. En la vida cotidiana no se diferencian entre necesidades esenciales y no esenciales y en el enamoramiento sí, pues es esencial todo lo que ayuda a llegar al amado y hacerse amar por él. En la vida cotidiana vale el principio de intercambio calculable y en el enamoramiento vale la regla del comunismo: cada uno da según sus posibilidades y recibe según sus necesidades. El hecho de dar no se acompaña con la exigencia de recibir, pues la alegría del otro vale más que cualquier objeto. Cuando se empieza a tener en cuenta lo que cada uno da o recibe el enamoramiento se ha terminado.
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También se da la experiencia de la igualdad, no anuladora de las diferencias. Es una igualdad de poder. Lo que se da es poder simétrico pues cada uno está a merced del otro.
Otro aspecto del estado naciente es la sinceridad y la autenticidad. Cada uno trata de ser uno mismo hasta el fondo, lo cual se obtiene gracias a la otra persona, al diálogo con ella. Mediante éste se redime el pasado se libera de él, aunque para ello es necesario decir la verdad, ya que es la verdad la que nos hace libres. Los enamorados se hacen una confesión recíproca y cada uno tiene el poder de absolver al otro.
Sólo el objeto de nuestro amor tiene valor de por sí, las demás cosas no. Resumiendo los rasgos que carac- terizan al enamoramiento diremos que son: instante-eternidad, felicidad, fines absolutos, autolimitación de las necesidades, igualdad, comunismo, autenticidad y verdad, realidad y contingencia, etc. El estado nacien- te es una tentativa de rehacer el mundo a partir de ese modo diferente de pensar y vivir. Es la tentativa de realizar en el mundo lo máximo de esa solidaridad absoluta de la que se ha tenido experiencia.
Cap. IX
Quien se enamora está predispuesto a enamorarse cuando existen ciertas precondiciones y normalmente ya lo ha intentado varias veces. Sin embargo la tensión que lleva el estado naciente puede tener muchas sali- das. Está el que se convierte, el que entra en un grupo político y el que se enamora. La propia palabra es un producto cultural. De todas formas la tentativa de enamoramiento falla casi siempre.
El estado naciente es un modo de pensar, ver, sentir y vivir completamente diferente del cotidiano. Las personas que se encuentran en este estado se comprenden profundamente la una a la otra. El estado naciente crea de manera instantánea el reconocimiento, la comprensión en un plano intuitivo y profundo. Como dice Raimon Lull ‘el amante y el amado son realidades diferentes y sin embargo concordantes, sin oposición alguna ni ninguna diferencia de esencia’.
El estado naciente tiene la capacidad de despertar en los otros las mismas posibilidades. Quien ama tiende a arrastrar al amado a su amor pero puede suceder que la otra persona tenga ya algo que le interesa y enton- ces el primero, el enamorado, despierta su amor, pero hacia otra persona. El enamoramiento es una trans- formación interior individual que busca su objeto. Por eso en los comienzos el enamoramiento sólo se da en una persona y la mayor parte de las tentativas iniciales terminan en seguida. Existen, pues, dos casos de enamoramiento: uno en el que las dos personas se enamoran recíprocamente y otro en el que sólo una se enamora y la otra se siente arrastrada por distintas razones. En este caso la persona que ha sido arrastrada puede prescindir de la otra pero no a la inversa. En el enamoramiento bilateral cada uno tiende a invadir el terreno del otro, a considerarlo como un problema del nosotros que sólo el nosotros puede resolver. Hay, sin embargo, diferencias que el enamoramiento no puede colmar: lo complejo puede comprender lo simple, pero lo simple no puede comprender lo complejo (una persona creativa se vuelve más creativa cuando se enamora y crea situaciones ideales que la otra persona, menos creativa, no comparte porque busca algo más concreto.
Cap. X
Se enamora quien está dispuesto a enamorarse, quien está disponible, pero esto no significa que nos enamo- remos cuando sentimos el deseo de enamorarnos. El enamoramiento que algunos desean no supone una necesidad de romper por completo con un pasado, una necesidad de volver a discutir la vida, un arrojarse al riesgo de lo totalmente nuevo.
Nadie se enamora si, aunque sea parcialmente, está satisfecho de lo que tiene y de lo que es. El enamora- miento surge de la sobrecarga depresiva y esto supone una imposibilidad de encontrar algo que tenga valor en la vida cotidiana.
El primer signo de la preparación del enamoramiento es el sentido de la nulidad y la vergüenza de la propia nulidad. Por eso el enamoramiento es más frecuente en los jóvenes, porque son profundamente inseguros.
La propensión al enamoramiento no se revela, por tanto, en el desear enamorarse, sino en percibir la inten- sidad vital del mundo y su felicidad, y en sentirse excluido y envidiar esa felicidad con la seguridad de que es inaccesible. El enamoramiento no es desear a una persona bella e interesante; es un rehacer el campo social, un ver el mundo con ojos nuevos. No se enamora quien quiere enriquecer su existencia sino quien está perdiéndola. En este período la ‘respuesta’ puede no llegar a la otra persona, puede no desembocar en el enamoramiento. Si el sujeto que está preparado al cambio se encuentra en un sistema social en el que estaEgilea: Julen Goñi
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a punto de estallar un movimiento colectivo se reconocerá en él y pasará a formar parte de él en vez de enamorarse de una persona.
Cualquier persona puede hacer enamorarse a otra que espera la llamada si le hace oír la voz que le llama por su nombre y le dice que su momento ha llegado. Esto, de todas formas, puede hacerse de manera enga- ñosa como cuando alguien desea enamorarse para enriquecer su vida cotidiana. Estas personas buscan una respuesta, temen no tenerla y, en la continua tentativa de seducción, pueden obtenerla de quien tiene la necesidad interior de darla. Pero puede ser también algo más mezquino como el deseo de éxito o de poder. El amor es un enorme poder sobre el que ama, y este enorme poder puede proporcionar placer porque hala- ga la vanidad, porque hace al otro esclavo.
Cap. XI
Ninguna de los enamorados es la perfección para el otro, ninguno es depositario de la verdad, pero cada uno, a los ojos del otro es el paso para llegar a la verdad y ésta, en el enamoramiento es algo que existe y es accesible, como es solucionable, también, cada problema.
En el enamoramiento lo absolutamente particular asume un valor universal; lo que ve ella tiene el mismo valor que lo que veo yo. Además los enamorados no pueden admitir que el otro esté en un grado inferior a sí mismo; sólo puede ser superior porque es la puerta a través de la cual se llega a la verdad.
En el amor cada uno conoce las debilidades del otro pero las perdona e incluso las aprecia. El amor es, pues, el desenlace del enamoramiento.
Cap. XII
Casi todas las propiedades del estado naciente las encontramos en la adolescencia, pues es el paso de la infancia y la familia infantil al mundo adulto. Si el estado naciente es separar lo que estaba unido y unir lo que estaba separado, no hay ninguna edad como ésta para que se realice en mayor medida la obra. La ado- lescencia es la edad del continuo morir y renacer en otro, del continuo experimentar en las fronteras de lo posible. Por eso se piensa que el enamoramiento es algo que no corresponde a otras edades. Actuar como jovencitos sin serlo equivale a separarse de una institución cuando no deberíamos hacerlo. Pero el enamo- ramiento rompe la institución consolidada para crear una solidaridad alternativa. La institución tiene horror del estado naciente porque significa lo inesperado, lo incomprensible y porque ataca las instituciones desde sus propios valores acusándolas de hipocresía. Por eso todos los mecanismos sociales, toda la sabiduría de la tradición, tiene como fin tratar de apagarlo, hacerlo imposible, y cuando no lo consigue tratará de impo- nerle formas conocidas y reconocidas. El noviazgo, la separación, el divorcio, el modelo del amante, la venganza, el matrimonio, son salidas institucionales del el enamoramiento. La sociedad lleva a los enamo- rados a definirse como lo que no son, como algo distinto de lo que son. Y si no lo hacen con sus términos la institución declara que esa experiencia es locura. Por eso se burla, considerándolo como algo infantil, o se reduce a sexualidad. La cultura cotidiana, en suma, trata siempre de imponer sus dicotomías: o se quiere siempre o no se quiere nunca; o se es un absoluto o se es como los demás; o están siempre unidos o siempre divididos, etc. El enamoramiento es un acto de liberación que se vive como derecho de no tener que depen- der de las consecuencias de decisiones pasadas propias o de otros. El enamoramiento no se compromete como lo exigen los pactos instituidos (‘Amarás a este hombre en el bien como en el mal’). El enamoramien- to denuncia la parte oculta del pacto y dice: mantengo mis compromisos prácticos, pero nadie puede com- prometerse respecto de los sentimientos.
El que llega al enamoramiento viene de un mundo de reglas, certidumbres, caminos marcados y prohibicio- nes. Hasta ahora la vida se desarrollaba por costumbres. La institución pide que lo siga haciendo porque le interesa el comportamiento manifiesto, las obras, no la fe. En el enamoramiento, en cambio, las obras que no son queridas no tienen valor, son falsas. La persona abandonada pide a la otra que se quede a su lado, sabiendo que no puede pedirle que se enamore de ella. En realidad no le interesan ni sus sentimientos ni su felicidad, sino que le interesa como cosa.
Pero la institución surge también del estado naciente, pues en un cierto punto éste termina y su lugar es ocupado por la institución. La institución, si no es revitalizada de continuo por el estado naciente, se vuelve inhumana, reduce las personas a cosas. Y en esta forma es como el estado naciente la encuentra. Puesto que el estado naciente es su verdad -el enamoramiento es la verdad del amor- la descubre privada de verdad, puro poder, y como la institución no puede ver su verdad en el estado naciente -precario, fugaz, puro deve- nir- lo descubre como irracionalidad, locura, escándalo.
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Cap. XIII
¿Cómo se pasa del enamoramiento al amor? A través de una serie de pruebas. Si se superan, el enamora- miento entra en el mundo de las certidumbres y se convierte en amor; si no, aparece el desenamoramiento. Cuando las pruebas se superan, proyectamos hacia atrás en nuestro recuerdo la continuidad del amor que vivimos. En caso contrario, lo que se proyecta es la continuidad de nuestro desamor.
Estar enamorado es también resistir al amor, por lo que éste supone de ponerse completamente en manos del otro. Nos atrae la idea de que cada vez que estamos con el amado pueda ser la última
y esto nos permite abandonarnos totalmente. Intentamos, pues, alejarnos de esa posesión que nos asusta y para ello salimos a la búsqueda de motivos para hacerlo porque no queremos abandonarnos sin ninguna garantía de reciprocidad. Por eso buscamos en el otro las pruebas de que nos ama. En el amor se quiere juntos las cosas que cada cual quiere por separado lo que significa que debemos separarnos de cosas que antes queríamos y a las que les dábamos importancia. El ‘¿me amas?’ siempre es pedir algo que se quiere para sí lo que supone una renuncia para el otro. El proyecto que cada uno hace para sí implica al otro: es la propuesta de lo que se debe querer juntos. La búsqueda de lo que debe ser deseado por ambos implica un continuo hacer y rehacer proyectos. Pero también un continuo encontrar puntos a los que no se puede re- nunciar porque, si no se realizan, pierde sentido el amor: son los puntos sin regreso. Son los nudos sin re- solver que el otro debe aceptar e insertarlos en su proyecto. El paso del enamoramiento al amor requiere que cada uno obtenga la prueba de poder ser amado a pesar de que deshumanice. La prueba de reciprocidad es una lucha en la que cada uno pide al otro una rendición incondicional, la pérdida de su humanidad con- creta. Es una lucha entre gente que se ama, pero es una lucha a muerte. La clave está en que el punto sin regreso se pide pero no se exige. El amor se hace posible sólo cundo el punto sin regreso del otro es tomado como propio límite auténtico, querido como propio auténtico límite.
Cuando esto se produce tenemos el pacto. Cada uno sabe lo que el otro no le pedirá, lo que no puede pedir- le. Esta certidumbre constituye el punto firme de la confianza recíproca: la institución de reciprocidad. El amor surge, pues, alrededor de una institución y ésta aparece alrededor de un límite, del reconocimiento de que no todo es posible. Por eso el amor es siempre amor por lo que no se quiso.
El enamoramiento más intenso es el que no pone en juego más existencia, más responsabilidad, más vida. El enamoramiento es una revolución: cuanto más complejo, articulado y rico es más difícil y peligroso es el proceso. Es más fácil que se produzca amor cuando las dos personas se encuentran en una situación más equilibrada.
Un enamoramiento puede marcar, comprometer profundamente la existencia de una persona o de dos per- sonas sin crear un amor. Y, en cambio, un amor puede surgir sin un enamoramiento envolvente, sino de un encuentro sereno, del placer de estar juntos, del poder establecer con facilidad ese querer conjunto, lo que quiere cada uno y el pacto que lo institucionaliza.
El enamoramiento, como todo estado naciente, es una exploración de lo posible a partir de lo imposible.
CAP. XIV
En el enamoramiento, en general, no hay celos. En él la unicidad insustituible que somos es reconocida. Si al amado le gustan cosas distintas de las que nos gustan a nosotros, tratamos de que nos guste con él, de compartirlo con él. Los celos serían la interrupción de este proceso. Los celos se presentan cuando se des- cubre que la persona amada se siente atraída por algo que yo no tengo y que, en cambio, tiene otro. Los celos se revelan como debilidad de la persona amada con respecto a cosas que no deberían tener valor y que lo tienen para ella, lo cual supone un cuestionamiento del valor del otro. Esto no puede existir en el enamo- ramiento bilateral porque no puede haber nada exterior que ejerza una atracción de ese tipo, superior al del amado o amada.
Si en el enamoramiento aparecen los celos, eso quiere decir que una de las dos personas no quiere enamo- rarse o no está enamorado. Hay personas tan inseguras de sí mismas, tan dolorosamente probadas por la vida, que ya no pueden creer en su valor como individuos. Participan de las experiencias extraordinarias del estado naciente pero no creen poder ser objeto de ellas.
Pero existe el caso del enamoramiento unilateral, cuando existe el que ama de verdad y el que no ama. El primero tratará de conquistar al segundo pero cuando comprende que el otro no lo ama tendrá que admitir la separación. Todo entonces pierde el valor y el sentido y se da el fenómeno de la petrificación. Tan sólo
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un sentimiento verdadero se manifiesta: la nostalgia de una realidad perdida. Y para defenderse de la nos- talgia se ve obligado a combatir con el pasado, a alimentar en sí el resentimiento y el odio.
La persona enamorada acepta mejor que quien ama la abandone por un amor verdadero que por falta de amor hacia ella, porque comprende su amor y, aunque experimente dolor, lo respeta. La fuerza extraordina- ria le permite el último acto heroico: darle a otro el origen de su vida y su esperanza. En el otro caso, la persona es invadida por una tristeza infinita porque todo lo que tiene valor es negado y lo que no lo tiene exaltado. Ningún amor puede terminar de peor manera porque, después de la petrificación y el odio, ya no podrá haber nostalgia de la persona.
Los celos son tanto más probables cuanto mayor es la distancia entre las dos personas, cuanto más diferen- tes son sus mundos y sus costumbres. Sin embargo hay casos en los que los celos aparecen porque en el enamoramiento mismo existe un límite que ninguno de los dos puede superar, como ocurre en el enamora- miento homosexual. Este y el enamoramiento heterosexual son de idéntica naturaleza pero el paso al amor es mucho más difícil porque la cultura reduce la homosexualidad a pura sexualidad animal sin prever insti- tuciones, como el noviazgo, que favorecen el paso de uno a otro. Pero además, y lo que es más importante, el enamoramiento homosexual no puede convertirse en amor estable a través de un hijo. Cada uno puede tener hijos con una persona del otro sexo y por eso siempre sienten ese peligro, esos celos.
CAP. XV
Mucha gente cree estar enamorada y no lo está. Puede tener un fuerte impulso erótico por una persona o interesarse porque los otros la admiran. En otros casos puede ser la desilusión o el deseo de poder o de escapar del aburrimiento (como ocurre en las vacaciones que predisponen a experiencias extraordinarias). Lo que ocurre es que se utiliza el lenguaje del enamoramiento en experiencias que no lo son. En realidad el enamoramiento, como toda transformación radical, puede aparecer sólo una vez o nunca. La prolifera- ción de la palabra amor explica por qué son tan frecuentes los enamoramientos en los que uno ama más que otro. La persona enamorada da a la otra su lenguaje y crea en el otro la ilusión de estar enamorada. La que no ama encuentra que la que de verdad está enamorada es inconstante, dubitativa, ansiosa, crédula, exage- rada, megalómana, etc, y acaba rompiendo la relación arguyendo que la otra persona no la quiere como desea. Hay casos en los que se da un enamoramiento bidimensional. Quien se desenamora entonces es quien, en silencio, había elaborado un proyecto propio y planteó pruebas y consideró probadas las deman- das del otro. Silencio significa no revelar la propia desesperación cuando se alcanza el ‘punto sin retorno’. El que ama se da cuenta de que el amado ha encontrado el punto sin retorno de su desesperación y entonces se detiene. Pero hay personas que viven sus propios sentimientos como una debilidad y por eso, cuando se ven enfrentadas a un punto sin retorno, no hablan, no explican, no suplican, no se desesperan y el otro en- tonces no comprende. En estos casos el amor del otro, amor sincero y profundo y cada vez más desespera- do, es usado para reforzarse a sí mismo hasta que ya no lo necesite. Este es, en esencia, el verdadero ‘des- enamoramiento’. La separación de la persona amada se produce cuando ella está allí y enamorada. Sobre esta persona se ejerce el poder de la venganza, tarea fácil porque el otro tiene una enorme capacidad de soportar. Cuando desesperado, comprenda y se separe, para él significará la total petrificación. El ‘des- enamorado’, en cambio, será libre.
Cap. XVI
El enamoramiento, que es la aparición de lo extraordinario, puede acabar en trivialidad. El amado atrae por ser fuerza libre y liberadora, pero también imprevisible y temible. Y así ocurre que en el proceso de las “pruebas” que llevan al amor, el más temeroso de los dos plantea como pruebas límites pequeñas renuncias tendentes todas a hacerlo dócil, seguro e inocuo. El otro, poco a poco, lo acepta, se hace doméstico, siem- pre atento, disponible. Y el otro, que había pedido esa transformación porque quería sentirse tranquilo, termina por no encontrar en él lo que había buscado y hallado. La persona que tiene delante ya no es la de antes, aquélla de la que se había enamorado justamente por ser diferente y estar viva. Le había pedido que se moldeara sobre sus miedos y ahora se enfrenta con el resultados de sus miedos, su nada, y ya no lo ama.
Son sobre todo las mujeres las que sufren esta violencia y se adaptan al papel, convirtiéndose en lo trivial cotidiano que es el lugar donde terminan enamoramiento y amor. Pero también la mujer siente la necesidad de trivializar al otro e intenta imponer al otro su misma situación es decir intenta convertirlo en animal doméstico. Como consecuencia, a menudo ocurre que los dos, espantados por haber querido vivir intensa- mente, se inclinan con rapidez hacia el aburrimiento, el rencor y el desasosiego. optando por vivir en la fantasía todo lo que tenían en sus manos y han destruido.
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Otro motivo por el que se apaga el enamoramiento es que lo que es bello en lo extraordinario se vuelve insoportable en lo cotidiano (ej.: alguien famoso).
El enamoramiento busca lo diferente y lo extraordinario.
Otro caso de enamoramiento que se extingue es el de quien ha superado, tal vez sin darse cuenta, el punto sin retorno cuyo único signo es una rebelión interna, la desesperación, el anticipo de la petrificación. Ese punto puede aparecer cuando se aparcan deseos por amor al otro y esos deseos, con el tiempo, reaparecen. Si no se satisfacen esta segunda vez, el amor se apaga y se empieza con el reexamen del pasado, el cálculo de lo dado y de lo recibido, con lo cual el amor muere en el resentimiento y desaparece hasta su recuerdo.
CAP. XVII
¿Es posible que una persona siga enamorada durante años, o durante toda la vida? Sí. ¿Es posible que dos personas sigan enamoradas durante años o durante toda la vida? Sí. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la persona amada es inaccesible o está muerta. Y ocurre precisamente porque es inaccesible y cuando no se ha dado un rechazo. Ejemplo de esto se da en aquellas personas que por distintas razones tienen que vivir separadas. Entonces el amor se convierte en algo interior lo que le acerca bastante al misticismo. En éste se muestra que el enamoramiento no depende de las propiedades del amado sino de cómo lo vemos nosotros. No vemos las cosas como son sino como las hacemos.
El enamoramiento para perdurar debe construirse en la imaginación. Si se intenta que se haga real, se le condena a desaparecer. Por eso es tan raro que el enamoramiento sea duradero, porque la mayoría de las personas buscan que se haga realidad.
En el enamoramiento la persona puede fantasear relaciones que ha tenido con otras personas, pero cuando esto ocurre quien fantasea atribuye a su amante las cualidades de la persona con la que fantasea, dándole así más valor.
CAP. XVIII
¿Puede el enamoramiento transformarse en un amor que conserva, durante años, la frescura de éste? Sí. Esto puede ocurrir cuando las dos personas logran llevar juntas una vida activa y nueva, aventurera e inte- resante, en la que descubren juntos cosas diferentes y luchan juntas contra dificultades exteriores. Para que esto suceda no es necesario que las personas enamoradas vayan a regiones desconocidas, pueden quedarse en su territorio pero deben tener la ocasión de revisitarlo de manera diferente. No hay nada que destruya de manera más total el enamoramiento que la repetición de lo mismo. Pero también puede suceder que lo que es nuevo para uno puede ser repetitivo para el otro. Si así sucede los proyectos se hacen incompatibles y el enamoramiento termina.
¿Y si no hay una vida diferente? Entonces sólo queda la posibilidad del viaje interior, es decir, el viaje místico. Hacer experiencias nuevas juntos, esa es la clave de la prolongación del enamoramiento. Por co- ntra lo cotidiano es la vía de su desaparición. Lo cotidiano surge poco a poco, con las renuncias, a través de pequeños compromisos, de seguir caminos conocidos, por comodidad, falta de fantasía o miedo al riesgo. Para romper con lo cotidiano se utilizan las fiestas, las vacaciones, diversas terapias o experiencias sexuales varias, pero lo que de verdad acaba con lo cotidiano es un nuevo estado naciente, un nuevo enamoramiento o reenamoramiento a través de un continuo re-ver, re-descubrir, re-novar, re-novarse buscando los desafíos y las ocasiones.
CAP. XIX
Cuando el enamoramiento se institucionaliza, que es lo que busca el enamorado, surge el amor. Entre el enamoramiento y el amor existen otros estados, otras relaciones que tienen que ver con los dones, es decir, con lo que una persona es capaz de ofrecer a otra.
Un primer caso es el de quienes ofrecen dones con la finalidad de obtener alguna cosa. Es, por ejemplo, cuando se hace un regalo a un compañero de trabajo con la intención de ganar su voluntad. Aquí la persona es para nosotros un medio para obtener un resultado.
Pero hay otra clase de dones. Son los que hacemos a las personas que realmente queremos, que sabemos que nos son queridas. Para ellos el regalo no es un homenaje servil sino el testimonio de una relación que no se romperá. Las personas a las que queremos no necesitamos verlas continuamente, ni sentimos conti-
Egilea: Julen Goñi
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nuamente la necesidad de ellas, pero estamos unidos a ellas, y lo sabemos si las perdemos o corremos el riesgo de perderlas.
Después hay otra clase de dones, los dones del amar, como estar enamorados o enamorarse. En este caso se quiere regalar todo y nos parece que nunca basta porque queremos regalar la mejor parte de nosotros mis- mos. Regalamos con la esperanza de aparecernos a él o ella del mismo modo que él ella se apareció a noso- tros/as.
CAP. XX
Utilitarismo, cristianismo y marxismo son tres fuerzas que actúan en nuestra sociedad y son, según todos los indicios, la única manera que tenemos hoy de interpretar el mundo y, por tanto, también el enamora- miento. Pero las tres fuerzas lo reducen a otra cosa. El lenguaje que se concede al enamoramiento es el de la gran poesía o el de la literatura ‘menor’ de las revistas, del correo del corazón, etc. Desde el punto de vista científico, religioso e ideológico el enamoramiento sólo tiene, pues, dos formas lingüísticas para ex- presarse: una sublime, inefable, y otra vulgar de ridículo y desprecio. Por eso la persona enamorada se siente extraña a la cultura concreta en la que vive, tiene la impresión de que su experiencia es totalmente personal, no colectiva. La cultura oficial reprime, pues, el enamoramiento, haciendo de él algo de lo que no se puede hablar de manera apropiada. En el siglo XIX, se hablaba del enamoramiento para no hablar de sexo; hoy sucede lo contrario: la sexualidad, el hablar de sexualidad, las prácticas sexuales, sirven para reprimir, hacer inconscientes, otros deseos, otras formas en las cuales se manifiesta el amor. El conformis- mo y la hipocresía existen como antes, sólo han cambiado de signo.
CAP. XXI
El enamoramiento no es ningún comportamiento antisocial, como creen algunos, y la tesis del amor egoísta que excluye el compromiso político es un a falsificación. El enamoramiento nace cuando existe una situa- ción de depresión que surge cuando algo que en un momento dado ha sido aceptado y amado pasa a ser desilusionador, injusto, incompatible con el desarrollo de las fuerzas individuales y/o sociales. En esta situación el individuo busca alternativas que pueden ser individuales(una persona) o colectivas(otro modo de vivir). Prepararse para el enamoramiento es prepararse para otro modo de ver, sentir, pensar, actuar, estar juntos. La persona que busca una vida más intensa, una verdadera solidaridad, puede hallar otra que esté en la misma situación y entonces, ambos, experimentan un enamoramiento. Pero si las condiciones históricas son adecuadas, si hay condiciones para que se dé un conflicto étnico, religioso, nacional o de clase, si la necesidad de una nueva solidaridad está difundida en millares de personas, entonces aparece un estado naciente de grupo, un movimiento colectivo, y el individuo se reconoce en él. Pero puede suceder que el estado naciente individual y el colectivo se den a la vez. Entonces la pareja enamorada entrará en el movimiento colectivo y tomará parte en él.
En un partido, iglesia u otro tipo de colectivo es más fácil enamorarse que fuera de ellos. La razón es que existe la ocasión de estar juntos, de conocerse. El tener intereses o valores comunes ayuda a la aproxima- ción. Más allá de ciertas diferencias no podemos enamorarnos. No podemos enamorarnos de quien no co- nocemos, de quien no habla con nosotros.
A modo de conclusión: si dos personas que buscan una solidaridad diferente se encuentran cuando está a punto de estallar un movimiento colectivo, se enamoran, y ese enamoramiento se encauza en el movimiento reconociéndose en su ideología y en sus valores. En cambio si las personas entran separadas en el movi- miento, entonces tienden a identificarse con el grupo o con el jefe y no se enamoran de manera exclusiva una de la otra.
¿De dónde viene entonces la idea de que el enamoramiento es egoísta? De la institución política, ideológica o religiosa que pretende tener control total sobre los individuos. Cuanto más totalitario es el sistema político ideológico o religioso, mayor hostilidad muestra hacia quien pretende alejarse de su poder. Por eso se mani- fiesta contrario a la pareja enamorada, porque es la más pequeña unidad social capaz de desafiarlo.
CAP. XXII
¿Es posible por propia voluntad desenamorarse? No. ¿Es posible por propia voluntad evitar enamorarse? Sí.
Egilea: Julen Goñi
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